miércoles, 17 de octubre de 2007

Cansado, aburrido y punto final

Llevo varias semanas alucinando y lo cierto es que a estas alturas ya no sé si hago bien en describir mis sensaciones, en hacer públicos una serie de sentimientos y reflexiones que albergo dentro. Hay blogueros que ejerciendo su libertad de expresión califican de victimistas o ingenuos a los demás cuando entre ellos se retroalimentan con múltiples alabanzas dándose la razón los unos a los otros como si fuera una tertulia de la Cope (ya me estoy metiendo en líos). Bien, me parece fantástico y por eso la blogosfera es amplia, democrática e inabarcable (Ah, también he ido viendo cómo por arte de magia han ido desapareciendo los enlaces de mi blog en algún que otro sitio).

o En fin, yo no estoy en ninguna trinchera, en ninguna, si hablamos de toros (en otras cosas sí, pero no es este artículo el sitio adecuado). Ni creo en armas ni en bandos, ni en mesías ni místicos. Sencillamente defiendo una fiesta limpia, con toros en puntas y toreros capaces (espero que quede claro). Y no sólo la defiendo de boquilla sino que lo llevó haciendo bastantes años en los medios de comunicación en los que tengo o he tenido el placer y la fortuna de escribir o hablar (bastantes problemas me ha acarreado, por cierto). Ahora bien, ya vale por favor de tanta cornucopia y demagogia, de tanto "yo defiendo la integridad del toreo y el toreo de mando" como si los demás nos fumáramos un puro y mirásemos para otro lado, como si los demás fuéramos extraterrestres. ¿Es que acaso defendemos otras cosas? ¿O sólo sirve lo que decía Alfonso Navalón que valía? Miren, pues no. Alfonso Navalón –(que de mí escribió que me había llamado Chopera para acojonarme y callarme o que era la gran esperanza del periodismo taurino -todo esto en el plazo de una semana-, pero al que a pesar de todo admiré, respeté y cuando falleció dediqué un programa de radio en su memoria con la presencia en el mismo de Juan Antonio Arévalo y Rosa J. Cano)– tuvo luces y sombras, reflexiones agudas y brillantes y soberanas estupideces, defendiendo incluso en un programa de gran difusión nacional el afeitado de los toros. ¿O es que nadie se acuerda de todo aquello? Tampoco me parece justo ni acertado descalificar y englobar en un mismo saco a todo el mundo en el llamado taurineo. Hay taurinos mediocres y excelentes, como aficionados o neurocirujanos. Las descalificaciones globales pasaron a la historia y al menos, para mí no tiene ninguna validez porque lo que denotan es una alarmante falta de argumentos.

o Resulta que todo viene porque adjetivé como vomitivo un vídeo en el que con letras impresas se iba descalificando una faena de José Tomás. Vale. Casi ninguna faena de ningún torero podría resistir una maniobra de este tipo. Y digo de casi ningún torero por no decir la mayoría. El problema es que ahora defiendo a José Tomás (mesías y regenerador de la fiesta según se le ha dado en llamar por un grupo de aficionados).

o Sin embargo, sucedió lo de Ávila y escribí esto: Y ayer en Ávila se consumó el (pen) último atropello –habrá más, sin duda y muy a mi pesar–. Y el toro se esfumó, y salió la cabra, la cabra de Zalduendo que no es una cabra cualquiera, es una cabra pedida y exigida, una cabra mimada, una cabra torticera que se consuma con sus embestidas de piruleta. No eran ni cabras, eran piruletas. Y estaba toda la prensa, había escritores, politólogos, plumillas, duquesas, radioaficionados, locutores, políticos, amigos y deudores... Estaban todos menos el toro y eso que se trataba de una corrida organizada para la defensa de la fiesta (que no de la siesta). Y los taurinos volvieron por sus fueros y hubo dos culpables de que salieran cabras o piruletas y no toros: José Tomás y Julián López 'El Juli'. Nadie les pedía que se las vieran con una corrida de Bilbao, nadie... Pero de eso a trajinar seis novillejos de Zalduendo hay una diferencia colosal. ¿O no? Peor para ellos, pero en esta fiesta el peor para ellos es el peor para nosotros mismos ¿O no?
(Además, en un programa de radio invité a Boix y Corrales para preguntar las razones del atropello)


o Y en Barcelona me expliqué de esta forma: “Medir lo inconmensurable es un ejercicio a todas luces insuficiente, un ejercicio que no tiene más sentido que rebuscar el alma del incoloro mundo de las multiplicaciones. Lo inconmensurable no pesa, no huele ni se mide con el absurdo interés de rebuscar siempre lo que falla, lo que quizás vale menos, lo que no se ajusta a nuestros pensamientos. Hay quien va a los toros con un cronómetro, con un segundero que no vacila, implacable, en el incesante tic-tac del tiempo. Pero no saben que en la tauromaquia el tiempo carece de importancia y que cuando surge el toreo, el tiempo mismo tiene la enorme delicadeza de desvanecerse, como ayer, cuando José Tomás, a las siete y once minutos de la tarde, volvió al toreo, regresó a la vida. Y lo hizo quitando un toro de Finito de Córdoba con una serie de gaoneras de infarto”.

o Pero lo que destapó todo fue esto: “He visto las famosas fotos de Tony en su web. No puedo decir nada de ellas; hablan por si solas. Sin embargo, yo vivo rodeado de fotógrafos y sé a la perfección cómo una imagen (o muchas) no sirven para explicar una faena. Para bien y para mal. No estuve en Donosti; pero no me sirve. Recuerdo hace unos años cómo el ex-director de Aplausos –Salvador Pascual– contrató a un fotógrafo de Logroño para que fuera a Haro para hundir una corrida de Alfonso Navalón. La recuerdo como si la estuviera viendo ahora mismo y yo era casi un crío. Publicó una página entera de toros por los suelos y constituyó una mentira enorme, grandiosa y putrefacta. Se caían, sí; pero no se derrumbaban, fueron bravísimos y dieron una tarde maravillosa. Eran astifinos, encastados y nobles y muy serios.

o Y claro, menté la bicha, comparé una acción con otra sólo para tratar de explicar una manipulación. Juan Antonio Hernández manipula con sus imágenes. ¿O no? Él siempre saca lo mismo, pero en una corrida hay mucho más, muchísimo más que lo que expone con sus imágenes. Ahora bien, en la misma medida que él manipula también se puede decir que yo lo hago o que cualquiera lo realice al describir con imágenes o palabras una faena o un par de banderillas. Perfecto, todos manipulamos; pero no todos soltamos tonterías como ésta leída hoy mismo en El Chofre y que ha sido lo que ha culminado con mi paciencia: “Para algunos, una imagen valía más que mil palabras, hasta que llegó José Tomás. A partir de ahí, las imágenes son manipulación y engaño”.

o Y ya está bien, ya me he cansado de que me endilguen toda suerte de adjetivos o presunciones, de que me digan que voy de víctima o de ingenuo, de estar metido en un caballo o de ser defensor del destoreo y los enganchones. Sin embargo, lo más triste es estar todo el día acurrucándose en el mismo fatalismo, acusando sin tregua, colocándose en una especie de excluyente superioridad moral como aficionados, haciendo listas de periodistas o de críticos, poniendo barreras entre los aficionados fetén y el resto. Vale ya, basta ya… Qué pesadez de argumentos para descalificar a los demás.

o Yo voy a los toros a emocionarme, a divertirme, a ver el toro, a disfrutar con su presencia, con su bravura o mansedumbre, con el arte y el valor de los toreros, a los que admiro entre otras cosas porque yo ni en sueños sería capaz de ponerme delante de un toro. Yo no voy a la plaza a que me duela el estómago, aunque luego me escueza por lo acontecido. Ahora bien, me niego a vivir de sueños y a pensar dramáticamente que cualquier época pasada fue mejor. No, la fiesta necesita de todos. Y más en esta época tan difícil. Por eso me gustaría, por ejemplo, gastar las fuerzas en otras historias diferentes, como denunciar que el último periódico que ha aparecido en España (Público) renuncie expresamente a dar información taurina en sus páginas. Pero también la alegría que me produce escuchar ‘El Albero’ de la Cope (nada que ver con las tertulias políticas) dirigido y presentado por Rafael Cabrera Bonet o el esperanzador nombramiento de Adolfo Rodríguez Montesinos como director de Clarín en RNE, pero también la pena que da que TVE cierre la temporada sin emitir una sola corrida de toros.

o Esto será lo último que escriba sobre tan aburrido tema. Gracias y perdón por la extensión del artículo. Lo ilustro con el precioso cartel de Miquel Barceló para la reaparición de José Tomás en Barcelona.

Ibarretxe quiere prohibir a los menores de 16 años entrar a los toros
o Me acabo de enterar que el Gobierno vasco de Juan José Ibarretxe –el gran iluminado– se entretiene ahora en prohibir la entrada a las plazas de toros a los menores de 16 años. Es alucinante: todo el país dividido, miles de ciudadanos sin libertad para expresar sus ideas por el temor a ser marcado, asesinado o simplemente adejtivado como español, y desde Ajuria Enea se dedican a prohibir la entrada de los menores de 16 a los toros. Eso sí, pueden ver los mismos chavales cómo le queman a uno la casa o la manera en la que su padre tiene que mirar debajo del coche cada día por si algún gudari le ha colocado una bomba lapa. Pero a los toros no, que pican.

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