lunes, 3 de septiembre de 2007

La muerte de ‘El Monstruo’

Hace unos días se cumplieron sesenta años de la trágica cogida y controvertida muerte en Linares de Manuel Rodríguez ‘Manolete’, el torero más universal de la historia

«Manolete ya se ha muerto. Muerto está que yo lo vi», escribió Ricardo García ‘K-Hito’, cronista taurino, humorista y director de ‘Dígame’, la inolvidable revista desde la que bautizó a Manuel Rodríguez como ‘El Monstruo’, quizás el torero más grandioso y admirado de todos los tiempos. Ninguno como él tuvo tantos seguidores y en los años de la posguerra se convirtió en el personaje español más universal, tanto es así que en México llegaron a construir una plaza de 50.000 localidades para contemplar sus singulares faenas, su toreo melancólico, su increíble valor.
Sin embargo, su muerte está repleta de recovecos, leyendas y espacios oscuros. La cornada del celebérrimo Islero llegó al final de la segunda faena de la corrida de Miura de aquella fatídica tarde del 28 de agosto en Linares. Entró a matar lentamente y a la vez que la espada penetró por el morrillo de Islero, su asta derecha aspeó el muslo provocándole una herida en el triángulo de Scarpa de más de 35 centímetros. Manolete cayó al suelo y el morlaco herido lo pisoteó antes de huir despavorido. Un grupo de toreros y ayudas cogió al diestro del albero y al trasladarlo a la enfermería se equivocaron de camino. Quizás se perdieron valiosísimos seguros. Entró al quirófano en estado de shock y tras reanimarlo fue operado. Después, y con demasiados curiosos alrededor, fue depositado en una cama que se vino abajo al acoger el cuerpo de Manolete. Allí recibió la primera transfusión, procedente de un policía municipal. Fue trasladado al Hospital Marqueses de Linares en parihuelas por la noche en un macabro y premonitorio cortejo. Volvió a ser operado para fortalecer las ligaduras de sus venas y arterias y le suministraron tres nuevas transfusiones, aunque cortaron la tercera porque el torero empezó a quejarse de los riñones. Su novia, Lupe Sino, se quedó en una habitación contigua a la de Manolete porque ni Álvaro Domecq ni su apoderado Camará le dejaron entrar: «Si le quieres no pases», le espetó el ganadero andaluz a su amada. Después, llegó el doctor Guinea de y le volvió a trasfundir sangre al torero, con la oposición del cirujano que le había operado momentos antes. Según relata ‘El Pipo’ en su libro ‘Así fue’, Manolete dijo: «No siento la pierna», a lo que el médico le contesto: «Tiéndete, no pasa nada y cierra los ojos». El diestro, con los ojos abiertos susurró «los tengo cerrados». Ya no veía. Al momento, agarró las manos a la cama y exclamó: «¡Ay, madre!», y murió. Parece que el mal estado del plasma trasfundido –proveniente de la II Guerra Mundial– acabó con su vida.

o María González
tenía 21 años en 1947: «Logroño se llenó de banderas de luto»
«Me enteré de la muerte de Manolete por la radio. Estaba en casa y me dejó muy sorprendida», admite María González, que tenía 21 años cuando Islero se cruzó en la vida de ‘El Monstruo’. «En aquellos tiempos no iba a los toros, pero Manolete era un torero muy conocido –el que más– y mucha gente al ser consciente de su muerte decidió sacar banderas españolas a los balcones y ponerles crespones negros como señal de luto por lo que había sucedido en Linares. Mi padre también puso la bandera con el lazo». María recuerda el ambiente que se respiraba en la ciudad cuando actuaba en Logroño el torero cordobés por las filas de las taquillas, que «llegaban hasta más allá de la mitad de la calle Doce Ligero». Con sus amigas, María hablaba de Manolete, de su madre Angustias y de la atractiva novia del torero: «Se decía que Lupe Sino le llamó por teléfono antes de la corrida de Linares, pero lo cierto es que toda España se quedó angustiada y paralizada por su muerte y se decía que le acompañaba la mala suerte y que se había perdido para siempre uno de los toreros más importantes de la historia. Me acuerdo bien de aquellos días porque aunque no había televisión, a Manolete le conocía todo el mundo».

o Juan Cruz Lumbreras tenía 15 años en 1947: «La noticia de la muerte se extendió boca a boca»
«Me enteré en la calle que a Manolete lo había matado un toro. Nadie se lo podía creer y como en aquellos años no había televisión, la noticia se extendió boca a boca y enseguida lo supo todo el mundo. Y supuso una grandísima convulsión», recuerda el larderano Juan Cruz Lumbreras, que contaba 15 años cuando sucedió la tragedia de Linares. Para este veterano aficionado Manolete era lo máximo en el toreo: «Aunque se le cantaban coplillas socarronas –¡Manolete!, ¡Manolete!, que no mata ni a una rata en el retrete–, la verdad es que por donde pasaba levantaba grandes pasiones. Recuerdo bien una tarde que toreó con Arruza en Logroño y que se llenó la plaza. Como se quedó tanta gente fuera, el público se agolpaba a las puertas de Gran Hotel sólo para verle pasar o subirse al coche de cuadrillas en dirección al coso». Juan Cruz Lumbreras explica que su dimensión como torero podía ser comparable a la de un genio como Titín: «Había corridas que parecía que no hacia nada y luego daba dos pases que nos dejaba boquiabiertos». También recuerda un aspecto de su dimensión más humana porque «era muy serio y casi nunca sonreía. Ni siquiera cuando cortaba orejas o triunfaba».

o El genio sonrió en Logroño. Manolete toreó 11 veces en La Rioja entre 1941 y 1945
Manolete toreó en La Rioja once corridas de toros. Todas, excepto una que se celebró en Calahorra el 31 de agosto de 1943, se dieron en Logroño durante las fiestas de San Mateo. No fue muy afortunado el debut de ‘El Monstruo’ en La Manzanera, acontecimiento que se produjo en 22 de septiembre de 1941 en una feria en la que Camará, su sempiterno apoderado de las gafas oscuras, apalabró dos corridas con los empresarios riojanos. El primer día fue cogido sin consecuencias y el segundo volteado de más gravedad, lo que le ocasionó perder la corrida del día siguiente en Barcelona al padecer un fuerte un derrame sinovial. El crítico de ‘Nueva Rioja’, Migueliyo, dijo que «hasta el cuarto final de su segundo toro parecía que había toreado su doble». La tercera corrida en nuestra región fue triunfal y su esportón se rebosó con cuatro orejas, dos rabos y hasta una pata. El cronista se sorprendió, incluso de su gesto porque «se mantuvo en sus dos toros con una desacostumbrada sonrisa». Es más, tras es fiasco del año anterior, «había conquistado por sí y para sí la plaza logroñesa». La mentada corrida de Calahorra se saldó con otra apoteosis a pesar de que en el primer toro no estuvo muy afortunado. En San Mateo actuó un día lluvioso y logró una oreja en cada toro, aunque fue protestada la del segundo astado y la arrojó al suelo. En 1944 actuó otras dos tardes en Logroño, con Pepe Luis, Arruza y ‘El Estudiante’. El primer día cortó dos orejas y un rabo y al día siguiente, cuatro orejas, dos rabos y una pata. En 1944 sólo pisó un día tierras riojanas, cortó u na oreja y el público no sabía como «expresar su agrado al gran torero logroñés».
A Manolete sólo le deparaba el destino dos últimas visitas a La Rioja. El día de San Mateo de 1945 celebró un desafortunado ‘mano a mano’ con el mexicano Arruza, en el que sólo pudo saludar una pálida ovación. Al día siguiente se completó la terna con Pepín y el genio de Córdoba despechó enseguida a sus enemigos, por lo que recibió dos «clamorosas broncas». Fue su despedida. Al año siguiente no toreó y después la historia no permitió que volviera a pisar la tierra del vino.

o La Rioja se estremeció con su muerte
Nueva Rioja, al igual que hicieron todos los periódicos de España y las principales cabeceras del mundo, dedicó un gran número de páginas a la muerte del torero cordobés. ‘Manolete ha muerto en el hospital de Linares’, titulaba nuestro periódico con gran relieve tipográfico. En el subtitulo se precisaban los detalles: El fallecimiento ocurrió, tras una agonía de diez minutos, a las cinco y veinticinco de la madrugada’. También se hablaba de las cinco transfusiones de sangre.

o (Reportaje aparecido en Diario La Rioja, de Logroño)

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