No quiero terminar estas ideas que voy desparramando durante esta mañana bochornosa sin acordarme del maestro Luis Francisco Esplá. Reconozco que las últimas veces que le he visto torear (Calahorra y Madrid) me ha decepcionado porque no ha estado a la altura de su tauromaquia. Es verdad que está dando sus últimas bocanadas y que, sin duda, se atisba su pronta retirada de los ruedos. Sin embargo, una vez más ha vuelto a tocar la gloria: recibió una cogida monstruosa en Ceret, brutal, abisal, terrible. Los que lo vieron pensaban que se había ido a la enfermería muerto. Delante de él había un toro (claro, es torero). Pues eso. No dudo que los Zalduendo de Ávila puedan matar. No lo dudo... Y ahora Esplá, a sus años, se ha llevado, entre otras muchas cosas, una cornada de espejo.
Mito y niño a la vez
Esplá, con la cara marcada; agitador de causas imposibles herido por la muerte que ni a rozarte se atreve desmadejado en un suelo francés donde eres mito y niño a la vez espuma y arena
Has surgido triunfal, redimido, peregrino en un tiempo que no parece el tuyo y has reaparecido en una mesa redonda para filosofar con la herida fresca de la cicatriz cosida
Esplá, idolatrado por la intelectualidad, mito y niño a la vez y por la gente misma que entiende tu lenguaje
Esplá que no vuelve la cara al toro porque... Esplá es granítico, imposible, impenetrable