martes, 22 de mayo de 2007

Antoñete o la intuición del toreo

Antoñete abrumaba con su toreo porque no había espacio para la especulación, para las palabras huecas o para los ejercicios de estilo. Antoñete, el maestro, se precipitaba de sí mismo en cada faena porque tenía un conocimiento absoluto del toro: lo estudiaba sin aprendérselo de memoria y comprendía su lenguaje a través de una rara intuición que todavía demuestra como comentarista. Antoñete sabía las expectativas que podía ofrecerle cada toro y por eso consumaba el toreo, su esencia trágica, valentísima y honda. Conviene detenerse en este natural, en su enjundia y en los terrenos que pisa. El toro está embebido y él mismo se ofrece el ole rotundo porque se siente torero, cual emperador romano, que diría Rosa. Gracias Chapu por recordarnos esta belleza

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