sábado, 17 de marzo de 2007

Pitingo ¡hijo, qué arte!

Antonio Pitingo vale un Potosí. Canta –mucho–; baila –poco, pero con gracia– y además de tener un hondo conocimiento del flamenco, resuelve muchos tercios con una especie de guiño soul impactante. Se atrevió, por ejemplo, a rematar unas fabulosas malagueñas –dichas con singular prestancia– con la canción de los quereles y dibujó las coplas de la soleá en un tono tan estremecedor que hizo que el público logroñés comiera literalmente en su mano en cuanto el concierto sólo había vertido sus tres primeros capítulos. Y salió en volandas de una afición que quedó prendada de su compás, de su espectacular voz y de una forma de mascar el cante tan novedosa como estudiada. Y que conste que nada de lo que hace es gratuito: se diría que tiene cada respiración milimétricamente definida, aprehendida en las fuentes de su familia, de sus pesares, de los tablaos y de las academias de Madrid por las que tanto se ha fogueado. Y no es difícil adivinar en él a una estrella; para nada. Tiene eso que llaman ángel, una personalidad arrebatadora y talento, talento del bueno, del que no se intercambia como una baratija en el rastro ni se puede disimular a base de campañas de mercadotecnica, periodistas amigos o poses estudiadas. No. De ahí que la granaína fuera tan bella, tan hondamente aterciopelada que daban ganas de cerrar los ojos para perderse con su rumor de fuentes y de perezosos atardeceres. Quizás hubo demasiados fandangos, pero personalmente aluciné con los de Paco Toronjo de la primera tanda, ésa que terminó con el soniquete de los del Alosno, tan armónicos, tan cadenciosos. Se estiró dos veces por bulerías. Y entonces allí, surgió la novedad del soul, de lo que él llama soulerías y la verdad, pareció grandioso. La cátedra se quedó impávida, la afición sin respiración y el cante, la expresividad, el artista, había ganado un montón de partidarios por el acierto de esta invención, de este guiño que hace Pitingo a Aretha Franklin, a la mítica ‘Lady Soul’, una de esas mujeres que en el mundo de la música han sido, son y serán incomparables, –inalcanzables, tal vez– como Billie Holliday o como la Repompa o la Fernanda de Utrera, una señora increíble que cautivo desde niño a Juan Habichuela (ex-Ketama), que el jueves en Logroño dio una lección increíble de toque, de serenidad y como su padre, de una ternura inenarrable. ¡Qué arte!

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