viernes, 29 de septiembre de 2006

Llegaron los taurinos y se acabó el toro

Suele suceder en esta fiesta del valor y la muerte: llegan los taurinos y se acabó el toro; aparecen los nacíos para mandá y ni hay pitones ni se tiene noticia alguna de la casta, del primoroso espectáculo de la bravura que conmueve los corazones de los poquitos aficionados que van quedando. Ésta es la verdadera tragedia que mina desde dentro este maravilloso espectáculo: la mediocridad de unos tipos que imponen toros de pitiminí para toreros de medio pelo. Toros que –como el primero de ayer– sigan la muleta casi por compasión, arrastrando su anatomía con una cuarta de lengua fuera y con esa mirada de ser el más tonto de la dehesa (Bien, pues fue el mejor). Son los toros absurdos de la modernidad, que ni emocionan ni cogen, por más que Julio Benítez diera un auténtico recital de respingos. Porque Julio Benítez no torea, respinga. Respinga sin compasión ante el toro bobo primero y ante el toro estúpido cuarto. Él respinga y a través de su muleta penetra el suspiro de Peña Isasa, una bella montaña de los Cameros desde la que se asoman nubarrones de falsa lluvia. Porque ayer en Arnedo todo parecía falso: los nubarrones amagaban agua, mas no cayó. Los toros ni amagaban ni nada, pero se caían y los toreros, que más que amagar alardeaban, daban verdaderos recitales de respingos, de falta de compromiso, de ausencia de torería. Y el tal Benítez allí, dando bocanadas de aire fresco mientras Ángel Teruel –asesorado por Ángel Teruel– se liaba a muletear al segundo, que se rompió una pata. El torero erguido, el toro lesionado y Teruel mirando el asunto vidrioso sin inmutarse. Y César Rincón también miraba hasta que salió el sexto, que aunque tampoco tenía pitones sí acumuló toda suerte de defectos perrunos, incluido el de irse a chiqueros desde el primer par de banderillas. Y Rincón, el gran maestro colombiano, decidió irse de soslayo de Arnedo mientras Miguel Ángel Delgado respingaba a su toro pegado a tablas. El animalejo huía y César Rincón, quizás abochornado, se fue antes de que su pupilo se rindiera tras un estoconazdo aferrado a chiqueros.

Novillos de El Torreón, desiguales de presentación, alguno sospechoso de afeitado, todos flojísmos, descastados y aborregados. Julio Benítez: saludos y silencio; Ángel Teruel: silencio y silencio tras aviso; Miguel Ángel Delgado: silencio y ovación. Plaza de toros de Arnedo: casi lleno. 3º de la Feria del Zapato de Oro.

gracias por visitar toroprensa.com

Blog de ideas de Pablo G. Mancha. (Copyleft) –año 2005/06/07/08–

Queda permitida la reproducción, distribución, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta bitácora, en cualquier forma o modalidad (Siempre y cuando se cite al autor)