martes, 21 de marzo de 2006

Ponce, autoproclamado torero de época, me aburre

Enrique Ponce me parece un torero magnífico, un portento de conocimientos, de colocación y de temple. Enrique Ponce (que se autoproclama en su web como Torero de Época) me parece que anda por la plaza con una guapeza grande, que se ha rodeado de una excelente cuadrilla, de un mozoespás de primera división y le sobra valor para hacer dos escalafones. Sin embargo, Ponce me aburre y me desconsuela. No sé si será que le he visto tantas veces o que tantas veces lo he dejado de ver que ya no tengo ganas de acercarme a una plaza cuando hace el paseíllo. Ponce ha actuado de tal manera que le achaco gran parte de la decadencia del escalafón, de ese ensimismamiento poncista, de ese no saber estar mal y buscar culpas hasta en el planeta de los simios. Sale Ponce al ruedo y condición imprescindible es que sobre la arena depositen sus pezuñas seis animales medio tontos, presumiblemente afeitados e indecorosamente inválidos. Es el rey de la pañosa hospital, del engaño patológico, del pasito atrás, del sufrimiento de sus amigos. Y conste que le admiro, que pocos toreros son capaces de destilar más dulzura cuando compone, con esos cambios de manos suyos al ralentí, con sus doblones de tiza en rodilla y de trasero prieto. No me cabe ninguna duda de que Ponce es un torero tan grande como aburrido. Ponce no me pone, aunque dé gusto verlo por la plaza quejándose siempre de alguien o de algo, con la boca cerrá pero con su mano abierta. Seguro que Ponce y Don Juan Pedro Domecq hablan el mismo idioma....

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