martes, 7 de febrero de 2006

La Rioja se libra, de momento, de los toros de Don Juan Pedro Domecq, esa bella vacada marcada con el hierro de Veragua

Leo en el portal en el que la tauromaquia reluce que la vacada de Don Juan Pedro Domecq no tiene previsto, de momento, lidiar ninguno de sus pupilos en la Comunidad Autónoma de La Rioja. Esta divisa tiene previsto anunciarse en las siguientes plazas: Sevilla, Valencia, Barcelona, Córdoba, Santander, Jerez de la Frontera, Murcia, El Puerto de Santa María, Marbella, Morón de la Frontera y posiblemente Plasencia. A estos destinos, entre otros tres aún por definir, irán las 14 corridas de toros que Juan Pedro Domecq ya tiene preparadas para esta campaña 2006. No quiero que nadie me acuse de no admirar esta procedencia ganadera, que la admiro y mucho, pero en concreto esta vacada siempre me ha dejado con la mosca detrás de la oreja. De hecho, me acuerdo de lo que sucedió la última vez que vino a Logroño y así lo conté el El País:

Logroño dijo basta

Domecq, Osborne / Ponce, Juli, Gallo
Toros de Juan Pedro Domecq (3º, 4º y 5º). Grandones y sin aparato. El 4º devuelto, sobrero de Osborne, también devuelto. 5º ter, de José Ignacio Charro, descastado. De José Luis Osborne (1º, 2º y 6º), bien presentados y de mejor condición.
Enrique Ponce: silencio tras aviso; silencio
El Juli: saludos y silencio
Eduardo Gallo: silencio y silencio tras aviso.
Plaza de toros de La Ribera. 24 de septiembre de 2004. Cuarta corrida de feria. Lleno.

El quinto de la tarde parecía un animal del cuaternario. Lucía unos pechos descomunales y un corpachón extenso como un atlas desplegado. El quinto de la tarde, para más señas, era de Juan Pedro Domecq y superaba los seiscientos kilos. Nada más asomar por los chiqueros, la plaza estalló en una clamorosa bronca, indignada por las hechuras de aquel cíclope de cuernos diminutos, de aquella exageración que a pesar de los guarismos de su tablilla ni tenía trapío ni parecía digno de una afición que dijo basta, harta ya de tanto toro amorfo y de ese descastamiento congénito que propician ciertos taurinos en sus sórdidos despachos. Y eso, a pesar de que El Juli ensayó una larga cambiada al abrigo de las tablas. No sirvió de nada y el toro regresó a un corral que jamás debió haber pisado.
La corrida empezó enrarecida, ya que cuatro pupilos del hierro titular habían sido rechazados por falta de trapío y exceso de peso. Se remendó con tres más de José Luis Osborne, mucho mejor presentados y que a la postre propiciaron tres faenas destacables.

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