sábado, 21 de enero de 2006

Bello y descomunal


Son de la Frontera arrasó el jueves, pero arrasó con esa sonrisa beatífica que fue sembrando entre los aficionados a medida de que el concierto fue cuajando en una actuación memorable, repleta de matices y marcada por el diapasón del compás de Morón, del soniquete poliédrico de la cuerda pelá, del son del tres cubano (¡vaya descubrimiento!) y de las otras dos sorpresas que iba a deparar la primera de las noches jondas de este tibio invierno de 2006: el cautivador y poderoso baile de Pepe Torres y la voz telúrica y afillá de Moi de Morón, un cantaor de nombre recogido que se crece por momentos hasta cuajar tercios inolvidables, metiendo la garganta para dentro, mascando el cante, arrullandolo. El concierto comenzó de forma rutilante, con la bulería negra de Diego del Gastor y el taconeo poderoso y ensimismado de Pepe Torres, que gracias a su cuerpo, a su expresión gitana y a ese prodigio indescifrable que consigue con sus pies, fue metiendo a los espectadores en esa canasta que es el disfrute, el gozar del flamenco con la ingenuidad del que lo está viviendo por primera vez, fuera de complejos de manual y de esas pretendidas ansias de pureza que acaban con todo. Y en estos tiempos de mediocridad, la propuesta sonora, rítmica y flamenca de los artistas de Son de la Frontera se revela como una gimnasia mental de primer orden, como una demostración de que el flamenco tiene muchos caminos para seguir creciendo y sorprendiendo, para cautivar por la vía de la emoción y el embrujo y para desbrozar aún más los maravillosos secretos que rodean esta expresión artística. Como antes se decía, Pepe Torres hizo de su cuerpo un singular instrumento, una amalgama de compases y de estratagemas sonoras que desembocaron al final en un ardor sobre el escenario de los que no se recuerdan. Y es que Pepe Torres baila sin especular, como no especuló ni un tanto así Paco de Amparo con su sonanta de Morón, con las falsetas del Gastor aliñadas cuerpo a cuerpo con Raúl Rodríguez, que con su tres cubano y ese aura que parece rodearle a él y a su instrumento marcaron el hilo conductor de tan magnífica noche, como en la soleá del agua entre las piedras, o la zambra, donde el diálogo entre ambos vino a demostrar una vez más que la música sale siempre del corazón y que sin sentimientos no hay nada, en todo caso la sangre de pato debajo de las multiplicaciones, como dijo Lorca en su Poeta en Nueva York. Y fue precisamente en la bulería del corazón donde Raúl se ensimismó con su tres en una interpretación en la que sonaron por momentos matices griegos y morunos, cubanos y españoles, y el son claro, el son de Pancho Amat, del Guayabero o del mismísimo Compay Segundo que el jueves se dieron la mano con el Niño Ricardo, Vicente Escudero, Joselero de Morón, la Paquera y con Diego del Gastor, al que Dios tenga en su gloria.

o Primer concierto de los Jueves Flamencos del Teatro Bretón de Logroño. 19 de enero de 2006; lleno (localidades agotadas).
o Son de la Frontera: Raúl Rodríguez (tres cubano), Paco de Amparo (guitarra flamenca), Pepe Torres (baile y compás), Moi de Morón (cante y compás) y Manuel Flores (compás y baile).

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