miércoles, 14 de diciembre de 2005

Nunc est bibendum (IV)


Grecia ha sido uno de los pueblos que más ha honrado al vino. Sus tres comidas principales, incluyendo el desayuno, estaban básicamente compuestas de pan, cordero y abundante vino. Aunque también es verdad que se aguaba, ya que en su estado puro sólo era consumido antes de que los banquetes en honor a Dionisios se celebraran.

Tanto es así que Platón decía que “el vino hace a la persona que lo bebe más jovial de lo que estaba antes y, cuanto más lo ingiere más se siente henchido de grandes esperanzas y un sentido del poder, hasta que finalmente, plenamente envanecido, abunda en todo tipo de oratoria y acciones y todo tipo de audacias”.
Debido a la potencia de la bebida divina, la experiencia estableció con el tiempo que el vino, el cual puede fortalecer tanto la mente como el cuerpo, era una bendición sólo para aquellos que lo consumían con medida y por ello fue que a Dionisios también se le conoció como el sanador o el que otorga la salud.
Algunos apoyan la idea de que fue el mismo Dios quien estableció los límites de la bebida, aconsejando únicamente tres cuencos de vino. El primero para la salud, el segundo para el amor y el placer y el tercero, para el sueño. El cuarto llevaría a la violencia... y el décimo a la locura. En Rodas se producía a gran escala buenos vinos, por lo que eran exportados en ánforas sobre las cuales se imprimían unos racimos de uvas y el nombre del vino a título de marca original.

Imagen: Vaso de alabastro de Uruk. Museo de Irak

Continuará...

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