sábado, 22 de octubre de 2005

El ambigú es cariño


El ambigú es una historia de cariño que se remonta entre las generaciones que han disfrutado de los toros en nuestra ciudad. Nadie duda de que fue uno de los puntos claves del coso de La Manzanera y el centro neurálgico de los mentideros taurinos de los sanmateos, sobre todo por las mañanas y tras el apartado, cuando las tertulias afloran, entre sabrosos pinchos y deliciosos caldos riojanos, para hacer y deshacer cábalas sobre este torero o aquel picador que hace la carioca...
Su propio nombre –ambigú– lo hace de por sí atractivo, como si estuviera cargado de viejas referencias coloniales, al igual que las tiendas de ultramarinos y las estampas en blanco y negro de una España de posguerra que se afanaba en sacar la cabeza de la tristeza.

– !Gaseoooosas y cerveeezas, a una veinticinco, tengo!

“Aquellos eran otros tiempos y otras ilusiones”, dice Jesús Fernández, hijo de Jesús “El Cojo”, fundador del ambigú, hermano del fallecido “Kulín”, que lo llevó hasta su muerte y tío de “Miguelín”, actual continuador de esta dinastía y enorme aficionado, que como si fuera una auténtica estirpe de lidiadores, ama y se entrega en cuerpo y alma con este espacio de sosiego y comunicación en el trasiego de la plaza, cuando allí siempre hierven las prisas para coger el correspondiente escaño en el tendido o el afán “por salir en las fotos de la página de Gastón”.
Y buceando en la etimología, se observa que ambigú viene de ambiguo: “Lugar donde se sirven comidas frías y calientes”. Pero como casi siempre, es María Moliner la que nos acerca a la referencia más certera: “Local para tomar refacción ligera en estaciones de ferrocarriles y otros sitios”. “Y qué mejor sitio para reconstituirse en pleno ajetreo festivo que la plaza de toros”, apunta Jesús Fernández cuando toma la palabra para acercar la historia de tan entrañable lugar: “Hace más de 40 años mi padre, Jesús “El Cojo”, que tenía muy mal genio pero que era muy buena persona, y gracias al Consejo de Administración de la plaza, puso en marcha el ambigú. Claro en aquellos tiempos no había barra, ni refrigeradores, era algo mucho más humilde que ahora y se servían gaseosas y cervezas. Además había unos doce vendedores por los tendidos y en la meseta de toriles también se vendían más refrigerios”.

– !Gaseoooosas y cerveeezas, a una veinticinco, tengo!

Y Jesús “El Cojo” se puso de acuerdo con Pablo Martínez, “Chopera”, padre de Manuel y abuelo de Óscar y Pablo, y gracias a los pactos de caballeros que firmaban todos los años, establecieron un acuerdo que se ha trasladado de generación en generación como un tesoro de convivencia.
Pero como dice el hijo del “Cojo”, Jesús, la verdadera aglutinadora era su madre, Consuelo, una cocinera extraordinaria que marcó el punto de inflexión: “Gracias a sus guisos se labró el ambigú una excelente nómina de amigos como Pepe Maguregui, Marcos Rezola y tantos otros logroñeses de aquellas épocas”.
Por la “biblioteca”, que así se denomina a una especie de comedor con aires de rebotica sito en las trasera del bar, han pasado todos o casi todos los taurinos que en la fiesta han sido, como “El Pipo”, que no pagaba nunca...
Saltamos una generación y llegó Miguel Fernández, “que como era muy grande le llamaban Herculín y al final y para abreviar, se quedó en “Culín”.
Miguel estaba unido por edad a Manolo Chopera. Los dos cogieron el testigo de sus progenitores y continuaron la colaboración hasta la muerte, hace pocos años de Miguel. Es ahora su hijo, “Miguelín”, el que continúa con el ambigú, además de llevar la plaza de toros de Bilbao y los bares de Las Gaunas.
Jesús, el tío de Miguel, repasa con sosiego todas las imágenes que le revolotean por la memoria: “Me acuerdo mucho cuando salió la Coca-Cola; aquello fue una verdadera revolución, nadie sabía lo que era y pensaban que estaban bebiendo zarzaparrillas... Con ella se pasó de los baldes de agua a los frigoríficos. En aquellos tiempos hay que darse cuenta que hasta el hielo era un verdadero lujo al alcance de muy pocos...”

– !Gaseoooosas y cerveeezas, a una veinticinco, tengo!

Pero también conviene dejar las cosas claras: “Que a nadie se le ocurra pensar otra cosa. La bebida más taurina es el vino de Rioja, de eso no hay duda”, avisa.
Sobre la cocina del ambigú, “¡Ojo, que esto no es una casa de comidas!, –avisa Jesús– lo que prima es la exquisita cocina riojana hecha de manera tradicional con los mejores productos. En el ambigú comen los miembros de la empresa de la plaza. Eso sí, los pinchos del apartado son para todo el mundo, como los sanmateos, como las medias verónicas de Antoñete.

Publicado en La Rioja en septiembre de 1998

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